Cedip Internet Noticias

Educación, felicidad y un homenaje a la generosidad

El amor de Chile
Escrito por Ricardo Gómez
Aló? Ministerio de Educación? Habrá por ahí algún curriculista? Sí, sí, esos honorables que se pelean los contenidos de los libros de nuestros niños, para convertirlos en excesos ridículos, inútiles y -de paso- agentes que reducen el tiempo para que sean niños más alegres y menos frustrados.

Honorables curriculistas del MINEDUC. Magísteres soberbios del aprendizaje ensañado. Conservando las perspectivas ¿saben lo que ha pasado el Domingo 26 de Junio en Chile? Se les ha ocurrido desprender alguna lección o sus egos los hacen dormir, creyendo que esto es un sueño? Sus libros en la educación primaria y secundaria exudan el hedor de sus luchas oficiales por hacer prevalecer sus ilustradísimos capítulos – tan innumerables como pesados e inútiles, porque no se trata de los niños, sino de sus propias metas, sus gordos algoritmos teóricos, tan incomprensible como extraviados en la obtención de metas para Harvard o algo más rasca, eventualmente ningunas. Mediciones que nunca han cambiado nada, porque pareciera que el espanto que generan no se traduce en trabajo por optimizarlas o simplemente empezar a sacarle hojas a la agenda personal. Honestamente me resulta difícil de creer que después de sus pobres resultados, algunos en caída libre, no exista un signo de preocupación genuina por leer los letreros luminosos de sus rutas perdidas en el espanto y la subsiguiente parálisis.  Y como broche de oro, una PSU que es la copa que levantan los dueños del país para demostrar que son ellos los que mandan. Uds. cumplen con generar contenidos grasosos que resbalan por el esfuerzo de nuestros niños por tratar de memorizar sus genialidades, una y otra vez, en cuarto, octavo, últimos. Son últimos. Mi hijo me pregunta si los que hacen estos libros tendrán hijos y los imaginarán sufriendo su carnicería mental. 

Observen, con cuidado método científico, lo que hizo que nuestros hijos fueran esta noche mucho más felices que leyendo sus gruesos engendros lectivos. La historia de varios de estos muchachos del fútbol (para escoger un capítulo) es una enciclopedia de valores: humildad, sacrificio, actitud ante la adversidad, alegría en la simpleza, coraje, creer en los sueños a pesar de la pobreza, la inequidad, la injusticia social y la familiar. La lección de jóvenes que regalan felicidad sin egoísmos, privilegiando una pasión que los sobrepone a ventoleras opuestas y que – en algunos casos – tuvieron la suerte de no leer sus libros de texto aburridos e incrustados con parámetros y resultados que quisiéramos conocer, para saber de dónde procede tanto despropósito.

Mi padre, profesor normalista por 60 años, mi ejemplo personal y de cientos de niños que tuvieron el privilegio de vivir su oficio con profesionalismo, sacrificio, alegría y valentía, todavía conserva su escuela de fútbol en un colegio de Concepción, como si estuviera colgando las luminarias del estadio que construyó con colegas, carpinteros y obreros del fundo «El Morro» en la cordillera cercana a Mulchén en 1966, para que sus niños y los pobladores de la Hacienda jugaran fútbol como entretención y desafío y derramaran sangre, sudor, lágrimas o sonrisas según lo que les deparara el juego. ¿Cómo no sentirse orgulloso de un padre y un maestro que le regala lo mejor de su vida y sus experiencias al destino que la vida le ofrendó? Hoy no cuelga de postes alumbrando pastos sembrados con cuidada paciencia, pero sigue iluminando el alma de sus niños con valores -de esos que nunca me canso de escucharle- a padres e hijos para quienes «el profe» es un libro de compendios severos pero alegres, como en su sobrio rol de padre y esposo, apasionado e innovador, de tanto amor y cariño que siguen escapando de su alma. Imagino con emoción su alegría -la que yo también sentí hace décadas- al ver los rostros de nuestros campeones, de aquellos adolescentes que tempranamente supo que serían los mejores de América, porque leyó en sus vidas las enciclopedias simples y humildes que forjaron sus sueños, más allá de su talento, ese que abunda en nuestras calles de tierra o en sofisticados condominios y que están esperando ser acogidos para ser los nuevos amores del pueblo.

Aló? En realidad llamaba para invitarlos a bailar junto a mi hijo en las calles de Providencia, La Florida y La Pintana. Llame a los curriculistas porque tendrán pocas oportunidades para discernir cómo se disfruta aprendiendo algo y no se olvida nunca más en la vida. Porque de eso se trata. ¿O no?

Respetuosamente, dejen de ser agentes de tristeza y frustración. Abandonen sus egos y propósitos, lejos de la sala de clases, e imaginen que aún es tiempo para corregir un rumbo tan torcido. La ruta al fracaso de nuestro sistema educacional.

Afectuosamente, Ricardo Gómez, Felipe Gómez y decenas de sus fieles wasaperos solidarios, sinceros y … que abrazan con preclara porfía el sueño que les quieren quitar.

Al amor de mis padres, porque -entre muchas otras cosas- sin ellos no habría comprendido este momento. 

Acerca del Autor

Ricardo Gómez

Especialista de la Universidad Católica de Chile. Sub-especialista en Medicina Materno-Fetal, acreditado por CONACEM, con fellowships en el Perinatology Branch, National Institutes of Health, Wayne State University y Georgetown University de Estados Unidos.

Egresado de la Universidad de Concepción y del Liceo 1 Enrique Molina Garmendia de Concepción.

Es jefe de Obstetricia en el Hospital Público La Florida y de la Unidad de Medicina Materno-Fetal y Perinatología de la Clínica Santa María. Director Fundador del centro de investigaciones perinatales y e innovación docente (Cedip) destinado a generar equidad en los países de nuestra región.

Es miembro de la Sociedad Chilena de Medicina Materno-Fetal y del grupo multinacional underground FreeTheWeb, para liberar el conocimiento en favor de una medicina sin fronteras.